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jueves, 19 de julio de 2012

El día que mataron a Santucho

Autoras/es: Víctor O. García Costa
(Fecha original del artículo: Julio 2011)
1973. Mario R. Santucho, Benito Urteaga, Enrique Gorriarán Merlo y Carlos Molina
Siempre tuve una especial valoración por la gente del PRT-ERP y especialmente por su jefe, Mario Roberto Santucho. El PRT-ERP y sus dos escisiones: PRT Fracción Roja, que editaba Combate desde el 15-08-1973 en que apareció el Nº 1 y ERP 22 de agosto mantenían contacto –supongo que también con otros partidos- con el Partido Socialista Popular, cuya Secretaría General yo ejercía. El PRT-ERP lo hacía a través de un militante muy serio y responsable al que sólo conocí por el sobrenombre de Tito. A la vez, Tito me acercaba las publicaciones del PRT-ERP, Estrella Roja, volantes y trabajos doctrinarios que hoy están en mi biblioteca entre ellos Poder burgués y poder revolucionario, que sintetiza el pensamiento de su autor; Mario Roberto Santucho. Tito solía concurrir a la Sede del Partido, Sarandí 56 de la Capital Federal, dejaba sus publicaciones, llevaba las nuestras e intercambiábamos opiniones sobre la situación nacional, que era grave.

Producido el golpe militar, Tito dejó de venir a la sede partidaria, constantemente vigilada por la Policía, pero organizaba los contactos en los lugares más extraños. Recuerdo uno de los últimos, a título de ejemplo: en una calle de tierra en la zona de quintas de la localidad de Antonio del Viso, donde nos esperaba leyendo un diario del día, sentado en la entrada de una casa, con toda la apariencia de un simple vecino. Luego, en medio de la mayor represión, Tito debió salir del país y, creo, se radicó en Italia. Aunque no supe nada más de él, me hubiera gustado saber cuál fue su destino. Nunca he dejado de destacar el grado de responsabilidad con que se movían para tratar de evitar problemas a sus entrevistados. Recuerdo, también, su preocupación para que se restaurara, ofreciendo para ello la colaboración del PRT, la colección de La Vanguardia, muy deteriorada por el traqueteo a que había sido sometida durante la confiscación de los bienes partidarios dispuesta por el gobierno militar de Juan Carlos Onganía en 1966.

Más tarde continué recibiendo El Combatiente, desde México, por correo. Venía en un sobre de avión, tamaño oficio, unas veces membretado con el nombre de una Televisora, otras de una Federación de Colegios y, también, de Universidades. Dentro de cada sobre conteniendo la revista también venía un volantito que decía: El presente envío del Combatiente tiene por objeto difundir la posición de nuestro Partido en la lucha contra la dictadura. Su dirección fue tomada de la guía telefónica, por lo tanto lo eximimos de toda responsabilidad con respecto a la recepción de este material. Así seguí recibiendo los materiales del PRT-ERP hasta la vuelta a la democracia. Nunca esa correspondencia me fue interceptada y creo que, de haber ello ocurrido, de poco habría servido el volantito.

El lunes 19 de julio de 1976, a las 15:00 horas, aproximadamente, un grupo militar irrumpió en el departamento B, del segundo piso de una casa en la calle Venezuela 3145 de Villa Martelli donde, entre otros, mató a Benito Urteaga e hirió al líder guerrillero Mario Roberto Santucho, al que luego mataron o dejaron morir, desconociéndose hasta hoy dónde fue escondido su cuerpo

Estaba yo en contacto más o menos asiduo con el profesor José Luis Romero al que había llevado el borrador del documento que, redactado y firmado por mí, dio el Partido Socialista Popular pocas días después del golpe militar del 24 de marzo de 1976, para conocer su opinión. Conservo la copia que le facilité y recuerdo que le pareció bien, pero lo calificó de “muy ortodoxo”. Solía llevarle, también, algunas publicaciones que llegaban a mis manos. De entre ellas, tenía un especial interés en ver las publicaciones del PRT-ERP: Primero fue Estrella Roja y, después El Combatiente. Para ello, me trasladaba hasta su casa en la calle Cerretti de Adrogué. Lo hacía en tren, primero normalmente y, producido el golpe militar, atento a cualquier movimiento extraño o control de tropas, preparado para tirar las revistas por la ventanilla que levantaba apenas un poco, dejando una pequeña hendija.

Ese 19 de julio de 1976, llegué a casa de Romero poco antes de las 17:00 horas. Su esposa me abrió la puerta y me hizo pasar al escritorio, un salón enorme, de techos altos, que yo bien conocía, rodeado de estanterías colmadas de libros y de mapas de ciudades medievales colgados, no sobre las paredes sino que descendían al lado de su mesa de trabajo. Estaba muy excitado e indignado porque había oído a un vecino, al que definió como un socialdemócrata, que le comunicaba a otro vecino, por sobre la pared medianera, su alborozo por la muerte de Mario Roberto Santucho. Así se había enterado él de lo sucedido en Villa Martelli y por él me enteraba yo, que había estado viajando en tren por más de una hora, de la muerte del líder guerrillero.

Al día siguiente, martes 20, la prensa destacaba en su primera página tres hechos. En tipografía catástrofe la muerte de Mario Roberto Santucho y sus compañeros a lo que calificaba, casi con satisfacción, como “la mayor derrota de la subversión” y, también, la llegada a Marte de la sonda Viking I y el pase al Sevilla de España del futbolista de San Lorenzo de Almagro, Héctor Scotta, La relectura de los diarios de esos días nos pone frente a una suerte de cambalache discepoliano en el que se mezclaba la Biblia con el calefón.

Fuente: www.argenpress.info

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comandante Mario Santucho, revolucionario de verdad. HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!!!.