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martes, 3 de julio de 2012

Pobreza y asistencialismo: del circo al ocultamiento

Autoras/es: Ramiro Giganti
(Fecha original del artículo: Julio 2012)

“Ellos son pobres, yo soy mas o menos” decía un chico de la Villa 31bis ante el asombro de jóvenes militantes de clase media. Esto ocurrió hace ya más de 10 años, en la primavera del 2001, un par de meses antes que el presidente huya en helicóptero dejando un desastre económico y 30 muertos en sus últimos 2 días. El chico decía eso mirando una foto de otro chico en medio de un basural. Yo era uno de esos jóvenes militantes de clase media con ciertas dificultades para entender que significaba ese comentario. De todas maneras no tardamos mucho en entender esa negación de la pobreza y necesidad de otro al que le va peor, aunque suele ser la clase media la que busca diferenciarse de ese otro y huir cobardemente de la pobreza, buscando de una u otra forma diferenciarse. De ahí a la cosificación estamos a un paso.

De allí que “ayudar a los pobres” aparece como una acción hacia la nada: sacarse de encima ropa que no le sirve o donar esos libros o papeles que ocupan espacio en la casa, o los 5 pesitos de CARITAS como para decir que somos buenos. O mudamos nuestra basura o compramos el derecho a ser buenas personas, o al menos aparentarlo. Con respecto a lo primero, no voy a olvidarme nunca cuando en esos días del 2001,  junté libros para un proyecto de biblioteca popular, así como útiles escolares para un apoyo escolar que ya estaba en funcionamiento… y entre los libros que me donaron encontré uno cuyo titulo era… ¡Aprenda equitación! ¿Tenía que agradecer esa donación que además de incrementar el peso de lo que llevábamos no servía absolutamente para nada?  O sea además de aceptar la basura ¿el pobre tiene que agradecer? De eso, de comprar el derecho a hablar de pobreza, del asistencialismo, y de quienes niegan la pobreza, entre muchas otras vergüenzas de capitalismo cuya desigualdad da pie al asistencialismo y clientelismo político, se trata esta nota.

 Ayer, domingo, al igual que hace una semana, el programa de mayor audiencia de ese día estuvo dedicado a la pobreza. Por su trascendencia, por la triste realidad, y también por la obsecuente negación de quienes apoyan incondicionalmente al gobierno (también desde sus medios), todo parece indicar que este debate da para largo: se va a hablar mucho de pobreza. Y me atrevo a apostar que se van a decir muchas estupideces al respecto (de hecho ya está pasando). Se van a cosificar muchos pobres, como pasó ayer viendo a este programa de mucho rating donde el conductor aparecía “pesando pobres” junto a un médico que mostraba que estaban por debajo del peso necesario, lo que confirmaba la desnutrición. Si eso no es cosificar un pobre explíquenme que es.

Cuando se habla de pobreza se suele hablar de hambre. El “lugar común” es un comedor. Los chicos van, comen, al día siguiente vuelven a tener hambre, y vuelven a ir, y mientras el comedor tenga, seguirán yendo hasta que algún día, por algún gesto de crueldad, haya desabastecimiento. Ahí los medios harán negocio mostrando lo peor: el hambre en un país productor de alimentos. De una tercer salida, que sería que esos chicos además de comer, tengan posibilidades de educarse, de divertirse, de aprender oficios, y ya mas grandes, de tener un trabajo digno, porqué no en cooperativas o emprendimientos propios que les permitan emanciparse de este infierno, se habla muy poco. Eso no significa que existan emprendimientos, pero si muestra cuales son las prioridades de los sectores hegemónicos y lo que se suele opinar en las mesas de la ciudadanía “bien”.

Mi amiga Nelly Benitez escribió en su libro “Guardianes de Mugica, Diamantes en el barro” la necesidad de que los comedores desaparezcan, o en todo caso se transformen en escuelas, centros culturales, o talleres de formación y empleo. Pero ¿Qué pretende Nelly? ¿Qué los chicos se mueran de hambre? No. Parece ridículo salir a explicar que no, pero sorpresivamente muchos no entienden algo que parece tan claro. Lo que pretendemos, tanto Nelly, como yo, como muchos otros (aunque a pesar de muchos sigamos siendo minoría) es que quienes van a un comedor, en algún futuro dejen de tener la necesidad de ir. Pero para eso se necesita mucha planificación, trabajo a largo plazo, y un pequeño gran detalle: prepararnos para vivir sin pobreza. Lo que entre otras cosas significa terminar con el negocio de la pobreza. Y agrego algo todavía más alarmante para muchos: que los pobres tengan lo mismo que quienes nunca lo fueron.


El negocio de la pobreza

Ya hablé de cosificación, de pesar pobres en la tele. De cuanto pesa un pobre, como unidad medible y comercializable. Es duro, está escrito de un modo muy duro, pero sepan que la dureza no es de quien escribe sino de la realidad que vivimos y permitimos. Esa dureza y crueldad sentí al ver como “pesaban un pobre”. Era la más cruda confirmación de algo que venía diciendo y pensando hace rato: la pobreza como mercancía. Cantidad de kilos, cantidad de votos, un objeto de estudio cualitativamente relevable para mantener la beca en el Conicet, o para exhibir en programa o medio de comunicación rentable. En todos los casos, ya sea como unidad de medición o como simple espectáculo, se trata de la pobreza como mercancía.

“Ayudar a los pobres” es un negocio que solo funciona si hay pobres. Un negocio del que viven millones de ONGs, con el que los gobiernos se perpetúan en el poder, y que a numerosos empresarios les sirve para pagar menos impuestos, o levantar su imagen (fundamental para el Marketing y la comercialización de sus productos). Tanto gobiernos como partidos políticos hegemónicos, pero también empresas, fundaciones, parroquias, periodistas, investigadores, y muchos otros, hacen negocio con la pobreza ajena.

Para “ayudar a los pobres” tiene que haber pobres. De esta manera aparece otra modalidad y lucro en base a la pobreza. Además de la explotación tradicional a la clase trabajadora, el pobre además de vender su fuerza de trabajo le brinda otras oportunidades de lucro a los sectores pudientes. Hacer campaña política, o poner a personas necesitadas a bailar en un programa de televisión para que el golpe bajo dé rating y aumenten las ganancias, u otras situaciones nombradas en el párrafo anterior. Hay muchos que lucran con la pobreza, pero en este sistema son “exitosos” y encima se presentan como solidarios. Los trabajadores que luchan por su salario, se presentan como violentos o desagradecidos, los desocupados como vagos… y todos ellos como “perdedores”.

Por otra parte, la coyuntura actual es la de un gobierno que ya tiene 9 años en el poder, y que se jacta de habernos traído bienestar “para todos”. Los “ganadores” consiguen subsidios, planes y partidas presupuestarias, son jóvenes y exitosos, hablan de la asignación universal como la gran conquista y permanentemente mencionan “lo bien que estamos”. La pobreza fue presentada como un recuerdo lejano, algo del pasado, de otros gobiernos o de otros países. Es por eso que la pobreza cuando duele es ocultada. El recurso de acusar al gobierno anterior ya expiró, entonces mejor negar lo que sucede, o en todo caso justificar mostrando cuan peores fueron otros tiempos.


Opositores y justificadores

Mientras un opositor “pesaba pobres en la tele” entre otras inmundicias que mostraba en Tucumán. El ejército justificador salió al ataque nuevamente a defender lo indefendible en redes sociales: el gobierno de Alperovich. Y seguramente lo hará esta noche en sus programas de propaganda.
Analicemos este Tweet de la panelista de 678 Cynthia Garcia, hubo otros similares pero particularmente me interesa este:  cynthia garcia‏ @cyngarciaradio
“El comedor q mostró Lanata no dice q todos esos niños son beneficiarios d la Asignación Univ por hijo q cambia la ecuación en todo el país”

Los chicos van a un comedor, pero cobran la asignación universal. Algo así es lo que intenta decir. Hay que agradecerle al gobierno la asignación universal por hijo, o sea unos cientos de pesos por pibe, como si con eso estuviera garantizada una vida plena y digna la cual hay que agradecerle al gobierno. Esta lógica, no difiere mucho a la lógica de los comedores planteada anteriormente. Obviamente que si hay pibes con hambre lo primero es que se alimenten. Pero tanto los comedores como la asignación universal, son parches. Parches que pueden ser necesarios para salir de una situación de urgencia, pero que de ninguna manera expresan dignidad. Plantearla como la gran medida que justifica callar a toda vos opositora, es una canallada. Negar la existencia de personas que no tienen acceso (ya sea por barreras económicas o culturales) a una buena alimentación  también.

Sobretodo porque el mensaje subliminal del Tweet citado, como de muchas otras manifestaciones es “hay que agradecer”. Un modelo de pobre sumiso y agradecido, que ve los partidos de fútbol en los lugares mas remotos, mientras un montón de spots publicitarios muestran obras faraónicas, muchas veces de dudosa credibilidad (esto lo digo por un caso conocido: durante la Copa America se habló de la inauguración del edificio único de la Facultad de Ciencias Sociales, sin embargo el semestre siguiente, dos Carreras se dictaron en una sede y el resto en otra por nombrar una obra que particularmente conozco).

Pero esta construcción del pobre que sí o si debe ser sumiso o agradecido no viene solo del gobierno y sus medios obsecuentes. El asistencialismo existe en varios lugares y la lógica de la “caridad” es uno de sus principales flagelos. Porque es asimétrica pone a quien da por encima de quien recibe. Entonces, lo que se logra es perpetuar la sumisión. Como dice Eduardo Galeano: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respetuo mutuo.”


Del cientificismo al darwinismo social: discriminación

El domingo pasado tuvo como uno de los ejes sobre pobreza, el testimonio del titular de la organización Conin, vinculada al Opus Dei (ver: http://www.opusdei.org.ar/art.php?p=17542 o   http://www.opusdei.org.ar/art.php?p=27165). Dicha organización mostró un análisis cuyo rigor científico no intento cuestionar, ni tampoco cuestiono que sea pertinente mostrar las consecuencias de una mala alimentación. Pero eso mismo fue repetido nuevamente ayer después de haber sido el principal eje durante todo el programa anterior, mi cuestionamiento va hacia la repetición de un dato hasta que ese dato se mete en nuestras decisiones cotidianas. El dato muestra una dura realidad: las consecuencias neurológicas de no recibir una adecuada alimentación en los primeros meses de vida cuyas consecuencias se presentan como irreversibles. La repetición de un dato real, pero no correctamente contextualizado puede promover asociaciones de “sentido común” cuyas consecuencias no favorecen en lo mas mínimo la lucha contra la pobreza (pensando esta lucha como emancipación y no como “lucha contra los pobres”), sinoque agrega un elemento discriminatorio mas al amplio repertorio.

Con esto no estoy negando un informe que científicamente es correcto sobre las consecuencias de una mala o nula alimentación. Sino como es encarado mediáticamente. Sabemos que una situación de pobreza no siempre se asocia a no estar alimentado sino a muchas otras carencias que no se reducen solo a la alimentación. Otro reduccionismo del que no siempre se logra salir. De esta manera, si reducimos un informe sobre pobreza a la desnutrición y a la vez asociamos desnutrición a un deficiente desarrollo neurológico. Resumiendo (con todo el peligro que esto significa) esta repetición podría promover que: Pobreza es igual a desnutrición que es igual a inferioridad mental. Este reduccionismo se está avalando cuando no se presentan los datos como corresponden, y no presenta una novedad al ver como muchos tratan a la pobreza.

La sorpresa, al ver por ejemplo, a alguien que vive en una villa llegar a una universidad, o en un lugar de toma de decisiones. Cualquier parecido con el personaje de Capusotto “Micky Vainilla” que habla de los pobres como seres inferiores ¿es coincidencia?


Un final, no tan pesimista

Difícil parece dejar optimismo después de todo lo escrito y de una situación particular. Pero siempre hay algo, sobretodo si hay quienes luchan. La semana pasada se cumplieron 10 años de la  Masacre de Avellaneda, otro triste episodio, pero fue recordado (en particular en los festivales del lunes 25) con alegría y con una realidad optimista: muchas agrupaciones culturales, artísticas, pero agrupadas en distintos frentes o espacios que proponen un camino diferente desde distintos espacios: microemprendimientos, cooperativas sin punteros, bachilleratos populares, centros culturales.

El legado de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki sigue de pié, el ejemplo de Darío regresando a buscar a su compañero y poniendo en riesgo su vida es un golpe bajo al egoísmo que se ve en los medios, el gobierno y sus mayorías. También es un ejemplo de pobreza desobediente, pero trabajadora, que lucha por dignidad, con cultura, educación y trabajo. Que piensa un futuro sin pobreza y que no agradecen a los de arriba.

Los derechos no se agradecen… ¡se conquistan!

Ramiro Giganti

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