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sábado, 8 de junio de 2013

¿Dónde estamos parados?

(Fecha original del artículo: Junio 2013)
  • Boletín sobre las medidas de lucha docente
Escena 1: ¿Piloto automático o piloto de lluvia?
 
 En una sala de profesores de alguna escuela de la provincia de Buenos Aires…
X: ¿Alguien sabe si está confirmado el paro de mañana?...
C: ¿Hay paro?, yo no había escuchado nada…
D: Mira, lo último que vi por televisión era que hoy a la tarde se reunía el Frente Gremial Docente para decidir si iban a realizar medidas de fuerza. Al parecer quieren esperar hasta el último momento para ver si hay un cambio en la actitud del gobernador y adopta una posición más conciliadora antes de decidir la medida de fuerza.
C: Y si hay paro, ¿ustedes adhieren?
D: Si, yo voy a adherir. La verdad es que el aumento de sueldo que están negociando es una miseria, ni siquiera alcanza a cubrir la inflación anual.
X: Si la verdad es que es una miseria, pero también es cierto que se sabe que estos paros los van a descontar del sueldo y mi sueldo ya es lo bastante poco como para que me descuenten los paros. Además, los de quinto hace como tres semanas que no tienen clase conmigo, porque los paros están cayendo justo siempre en mis días de clase.
C: Si, pero igualmente si se anuncia el paro los estudiantes no vienen, si vos venís no vas a poder dar clase. Habrá que ponerse a escuchar la radio hoy para saber que sucede mañana…
Escenas como esta o similares suelen vivirse en las escuelas públicas ante la cercanía de un paro. La mayor parte del tiempo los docentes nos enteramos de que se anuncia una medida de lucha por un colega, por la televisión, por la radio, etc. Se nos "informa" lo que está por suceder mañana, como si se tratase del servicio meteorológico que nos dice si están pronosticadas lluvias o buen tiempo, si va a hacer calor o si hay que ponerse un buzo porque va estar fresco. Más allá de que prácticamente no hay una sola medida de fuerza que se tome gremialmente que no esté justificada por los problemas concretos que se viven en las escuelas y que van más allá del salario docente (problemas de infraestructura edilicia, de falta de alimentos en las escuelas con comedor, de falta de presupuesto para material bibliográfico, etc. etc.), ¿no es también un problema la forma en la que se decide realizar un paro o no? ¿En qué medida los docentes realmente decidimos hacer un paro o solo acatamos la decisión gremial?
Muchos dirán que los docentes deciden efectivamente si paran o no, al adherir o no al paro el día de clase. Esto es relativamente cierto ya que la lógica de la organización escolar en la que cada docente trabaja por su cuenta y en un horario distinto cada día hace que tengamos una relativamente alta autonomía para decidir si adherimos en esta escuela, y en la otra no, este día sí pero aquel no, y atendiendo a lo que consideramos que son nuestras prioridades o las de los estudiantes.
Pero incluso, una vez convocado el paro, si decidimos no adherir ¿podemos realmente dar clases, si en realidad tampoco suele haber estudiantes? La mayoría de las veces, ellos, como nosotros, se enteran del paro por la televisión. Entonces, ¿realmente los docentes decidimos parar o no? ¿O sólo funciona como el servicio meteorológico?: hoy se anuncian lluvias, mañana no. Trata uno de ver como se arregla, pero no puede controlar el clima.
Entonces, realmente, ¿decidimos o acatamos? Aunque estemos de acuerdo con los motivos y los consideremos justificados: ¿el paro es una decisión de los docentes o se nos impone del mismo modo que los reglamentos que hay que hacer respetar, los planes de estudio que hay que seguir, las fechas de entrega de notas que hay que cumplir, etc. etc.? ¿Hay democracia realmente para los trabajadores docentes?  ¿Hay democracia  en  la escuela?         
Escena 2: ¿Y dónde está el piloto?
La tele me anunció el próximo paro docente, y diversas páginas de Internet me brindaron algunos detalles más en relación a la medida de lucha. Todavía no había tomado ninguna decisión al respecto cuando la bandeja de entrada de mi casilla de correos me ofreció el siguiente mail.

De: Dirección de la Escuela
Para: Destinatarios no revelados
Asunto: Acerca del paro
Estimados docentes, el equipo directivo comunica que, con motivo del paro convocado para el lunes y martes de esta semana, la escuela permanecerá cerrada. Con todo, aquellos docentes que decidan no adherir al paro y quieran asistir a la escuela tendrán que ponerse en contacto con la dirección para recibir las llaves del establecimiento y las indicaciones del caso puesto que, de ser así, tendrán que hacerse responsables de todo aquello que suceda en la escuela.
Sin más, los saludamos.
El Equipo directivo.
Aunque no tuve oportunidad de hablar con ninguna de mis compañeras de trabajo, la decisión anunciada en el mail me hizo sospechar que la adhesión sería masiva.
Nuevamente me llega el anuncio de un paro docente. Sin saber exactamente qué decidirán hacer mis compañeras de trabajo, el mail que me llega desde la escuela me hace intuir que varias, por lo menos, están dudando.
De: Dirección de la Escuela
Para: Destinatarios no revelados
Asunto: Acerca del paro II
Estimados docentes, de cara a los paros convocados para la semana que está por iniciar, la dirección de la escuela extiende esta consulta a todos los profesores a fin de organizar la entrada y salida de los cursos. Les pedimos que nos comuniquen por este medio qué han decidido en relación al próximo paro. El equipo directivo de la escuela les agradece, desde ya, cualquier información al respecto, ya que la misma nos ayudará a organizar el trabajo en la escuela.
La Dirección.
Fue en vano preguntar al director qué posición se estaba tomando, en general, al respecto; la respuesta podría resumirse como sigue: «Vos no te preocupes por lo que decida el resto, cada uno está en libertad de elegir qué hacer. Por favor, comunicáme tudecisión.»
La pregunta sigue siendo ¿realmente decidimos cuando decidimos? La experiencia narrada nos hace creer que, frente al anuncio de un paro docente, no hay lugar a decisión legítima alguna. Y no sólo porque las opciones que nos vemos en la necesidad de sopesar (adherir y no asistir a la escuela o no adherir, asistir a la escuela y, en el mejor de los casos, dar clases) son siempre definidas por otros, sino también porque las opciones que se nos presentan, en ocasiones, no son tales. Cuando se nos comunica que la escuela permanecerá cerrada por la medida de lucha anunciada, y cuando las opciones se nos plantean en los términos descriptos (quedarnos en casa o asistir al establecimiento y hacernos responsables de todo aquello que pueda llegar a suceder), cualquier decisión queda anulada. Es como si, al emprender un viaje, se nos anunciara que el piloto está enfermo y, por tanto, no podrá conducir la nave. «Eso sí -nos comunica la aerolínea- usted está en libertad de elegir, puede volver a su casa o puede sentarse en la cabina a maniobrar controles. Pero, recuerde, en el segundo caso usted tendrá que hacerse responsable de todo aquello que pueda llegar a suceder.» Claro, la elección se cae de maduro.
Dicho esto, nos queda todavía otra pregunta: ¿puede la decisión en relación a las medidas de lucha ser planteada en términos individuales? En tal caso, debería ser posible que los docentes hiciésemos paro cualquier día, sin esperar la convocatoria desde una gremial. Lo cierto es que la decisión de anunciar un paro es producto de una discusión y de un acuerdo, pero ¿discusión y acuerdo entre quiénes? «Comunicáme tu decisión», nos dicen. Y entonces nos preguntamos ¿con quiénes, cuándo y dónde puedo discutir y acordar "mi" decisión? Por lo pronto, los destinatarios no revelados del mail no opinan, no discuten ni deciden nada.  
¿Es posible hacer otra cosa? Sin pretender estar en posesión de una receta para actuar, ofrecemos el breve relato de otra experiencia que, a nuestro modo de ver, dibuja una escena distinta de aquellas a las que estamos habituados.
Escena 3: Participación y organización

 "Corría el año 2001 y la huelga ya llevaba 40 días. Los afiches que había mandado a hacer el sindicato estaban por todas partes y eran elocuentes las imágenes que mostraban sillas apiladas en aulas vacías. Se trataba de evitar que nos pagaran en patacones que se desvalorizaban día a día y que no eran aceptados en infinidad de comercios. La escuela en la que estábamos venía caldeada, un sector importante de los docentes ya no quería seguir parando, no les cerraba esto de las aulas vacías y estaban evaluando volver a dar clase.  Propusimos entonces hacer clases en la calle e invitar a las madres y padres que, en su mayoría, estaban desocupados. Y si bien se presentó como  una clase pública de economía y política, más bien pareció tratarse de una asamblea que discutía la situación que estábamos viviendo en el país.
Esta medida unificó a los docentes que veían que, de este modo, los padres dejaban de ser enemigos y los estudiantes participaban. La escuela permaneció abierta, y fue un lugar de encuentro en el todos (docentes, padres, estudiantes) tuvimos ocasión de discutir qué hacer con la educación. Una imagen bastante distinta a la que figuraba en los afiches sindicales." 
En muchas ocasiones, alentamos a los estudiantes para que se involucren en la cotidianidad de la escuela  (formación de centros de estudiantes, participación en las jornadas de reflexión, debates de aula), es decir, confiamos en la participación y la organización. Sin embargo, el desafío sigue siendo promover e impulsar verdaderas instancias asamblearias de discusión y toma de decisiones. Las medidas de lucha, también podrían formar parte del encuentro horizontal entre padres, docentes, estudiantes y comunidad.
A continuación en su versión pdf: 

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